La galaxia de Grant Morrison dentro del Universo DC (y 3): de la continuidad al reseteo (primera parte)

Con todo lo anterior, creo que queda más o menos argumentado que Grant Morrison puede ser un autor rupturista en lo formal, pero el corazón de sus historias de superhéroes es continuista y muy nostálgico. Lo que intenta con ellas principalmente es replicar las emociones que sentía de niño leyendo cómics, estimular la imaginación de los más jóvenes y reivindicar los valores inspiradores de los superhéroes clásicos.

Por eso tiene tanto sentido que en sus guiones los personajes vuelvan al punto de partida: la Patrulla Condenada era de nuevo el grupo de superhéroes con las aventuras más extrañas de la industria, le devolvió a JLA la épica de los primeros años de la Liga de la Justicia, en All-Star Superman abrazó el tono juguetón y sencillo de los años 50 y 60, con New X-Men se regresaba a los hitos de la etapa de Chris Claremont... Los cómics que quedan por comentar no se alejan precisamente de este enfoque: un Batman que no reniega de las locuras pop de los 50 y 60, un Superman que recupera el activismo político de los años de Siegel y Shuster, una Wonder Woman a la que se ata y que monta de nuevo en canguro, y un Green Lantern que regresa a los años de John Broome y Gil Kane.

Morrison posa con su libro Supergods (fuente).

Sin embargo, este interés por la continuidad no es el de un archivista porque no se basa tanto en datos e investigación como en los recuerdos y las sensaciones. Morrison no tiene en mente enlazar detalles de la continuidad olvidados o resolver antiguas tramas que quedaron abiertas, como sí han hecho, por poner un par de ejemplos, Roger Stern o Kurt Busiek (Marvels, Las historias jamás contadas de Spiderman...). Lo que Morrison quiere es armonizar a grandes rasgos la trayectoria de cada personaje, es decir, reflejar como un conjunto coherente lo que se fue creando de manera improvisada como si en realidad fuese el resultado de una planificación a largo plazo.

Curiosamente ha habido dos sucesos inesperados que han desbaratado algunos planes a largo plazo del propio Morrison. Por un lado, las últimas reescrituras de la continuidad no casan del todo bien con el enfoque unificador de Morrison. Por el otro, el despido del editor Dan Didio, su gran valedor dentro de DC, ha sido el motivo por el que este guionista ha decidido dejar de escribir cómics para esta editorial (ya veremos si manera temporal o definitiva), a pesar de que haya dejado algunas posibles tramas abiertas.

Un fotograma de Happy! (2017-2019).

No creo que para Morrison haya sido una decisión difícil porque el suyo es un caso claro de que DC le necesitaba más a él que viceversa. Toda esta intrincada red de cómics de superhéroes publicados desde 2005 han ido saliendo al mismo tiempo que se ha estrenado un documental que analiza su figura (Grant Morrison: talking with gods, 2010), se ha publicado su ensayo Supergods (2011) con su interpretación de la historia de los superhéroes, en otras editoriales ha podido sacar nuevos cómics como Happy! (2012), Nameless (2012), Aniquilador (2014), Klaus (2015-2019)... y entre 2016 y 2018 ha editado la revista Heavy Metal. Además, también ha saltado al mundo de la televisión como productor y guionista en dos series, Happy! (2017-2019), y Brave new world (2020). Más que lamentar la salida de Morrison de DC, me extraña que un guionista de su nivel haya tardado tanto en hacerlo.

Pero no me quiero adelantar, volvamos a los primeros años de Morrison en DC...

 

Asilo Arkham (1989), Gótico (1990) y Batman (2006-2013)

Cuando Morrison escribía Animal Man y La Patrulla Condenada en sus primeros años en DC, la novela gráfica Asilo Arkham (1989) se convirtió de manera inesperada en uno de los mayores bestsellers de la historia de la editorial. Más allá de llas virtudes del guion de Morrison, es innegable que a este éxito ayudaron la colaboración del ilustrador Dave McKean y la publicidad del estreno de la adaptación de Tim Burton en las salas de cine. Nadie se esperaba que se vendiesen tantas copias de un cómic con un argumento tan complejo, que se basa sobre todo en el simbolismo y la magia y no tanto en la acción y el misterio.

El Joker se presenta con bromas en Asilo Arkham (1989).

En él, Morrison y McKean fracturaban la mente de Batman después de obligarle a entrar en el Manicomio Arkham («asylum» y «asilo» son false friends), un lugar que dentro de la narración representaba la salud mental de este héroe. Lo que Batman no sabe es que el fundador de este manicomio, Amadeus Arkham, tejió un hechizo en este edificio para encerrar en él al fantasma que había destruido a su mujer, a su hija y a su madre. Es decir, para enjaular al espíritu del Murciélago que había viajado al pasado para aterrorizarlas.

En comparación, Gótico (1990), que curiosamente vuelve a insistir en la comunión entre arquitectura y magia, es una lectura mucho más ligera. Sin embargo, ojo a la mezcla de referencias a la trayectoria de Batman: el terror gótico, los gánsteres, las complicadísimas trampas mortales... Gótico es un precedente claro de lo que Morrison iba a hacer con este personaje unos años después.

Velas, agujas, globos... en una trampa mortal de Batman: Legends of the Dark Knight #10 (1990).

Su objetivo en esta etapa de siete años que empezó en 2006 fue tomar el personaje tal y como era (un superhéroe que en una década podía enfrentarse a coloridos villanos estrafalarios, en la siguiente luchar contra extraterrestres, en otra ser un icono camp y en la siguiente un oscuro vengador), sin descartar nada, para a continuación empujarlo hacia su evolución más lógica. El primer paso de este proceso de transformación fue darle un hijo, Damian, cuya madre era una de sus antiguas villanas, Talia al Ghul. Aunque nadie se diese cuenta en su momento, el título de esta primera saga ya presagiaba que Morrison tenía muy claro a dónde quería llevar la colección: «Batman e hijo». Dentro de unos párrafos explicaré mejor esto.

El segundo paso fue enfrentar a Batman a la muerte, aunque esta haya sido una de las muertes más rocambolescas de la historia del cómic. Quiero decir, por el título parece que en el tramo de Batman: R. I. P. (2008) se iba a ver morir al protagonista, pero en realidad en ella un nuevo villano, el doctor Hurt, ponía a prueba todas las defensas mentales que Batman había desarrollado para luchar contra la muerte. Estos cómics conectaban con 52 #47 (2007) en el que Bruce Wayne decidía someterse al ritual de Thorgal (o Thögal, según el cómic en el que se hablase de él) para experimentar el significado de la muerte. Al mismo tiempo, recuperaba conceptos de los años 50 a los que se les daba un nuevo significado. Por ejemplo, Batmito aquí era convertido en un duende de la quinta dimensión, igual que lo eran Lkz y Thunderbolt en la saga Cinco veces crisis (1999) de JLA.

Morrison no reniega de Batmito o el Batman de Zur En Arrh en Batman #678 (2008).

En su momento se interpretó que entonces la muerte de Batman se explicaría en Crisis final, otro cómic de la época escrito también por Morrison. En aquella colección, Darkseid le lanzaba la sanción Omega a Batman en una escena que recordaba a otra de JLA #14. Superman aparece justo a continuación y sujeta un cadáver calcinado del que piensa que era Batman. En realidad, y por algún motivo nunca explicado, se trataba de un clon de Batman que Darkseid había ordenado fabricar y disfrazar de murciélago. Como Nightwing (el primer Robin) y Damian (el hijo de Batman) lo daban por muerto, decidían ocupar su lugar como los siguientes Batman y Robin en una nueva colección, Batman and Robin (2009-2011). Este nuevo Robin, por cierto (y sé que soy pesado, pero me parece interesante), decidirá volverse vegetariano poco después.

Dick Grayson y Damian Wayne en Batman and Robin #1 (2009).

Como sabía cualquier lector que hubiese leído, por ejemplo, Siete Soldados, la sanción Omega en realidad no había matado a Batman, sino que le había enviado al pasado. La nueva miniserie Batman: El regreso de Bruce Wayne (2010) tuvo la mala fortuna de coincidir en el tiempo con Capitán América: Renacimiento (2009-2010). En ellas, los dos superhéroes parecían haber muerto, pero en realidad estaban atrapados en el pasado. En el caso de Batman, en cada número Bruce iba saltando de época en época hasta llegar al presente mientras era perseguido por el Hiper-Adaptador de Darkseid (con el que, por cierto, aunque no quede claro, el doctor Hurt se encuentra en Batman and Robin #16 y al que confunde con el demonio Barbatos). Con cada salto temporal Bruce va acumulando más y más energía Omega, que es la responsable de que finalmente llegue esa largamente prometida muerte en el último número de la miniserie. Sin embargo, Batman regresa a la vida a los pocos minutos sin darle mucha importancia.

Lo realmente interesante de esta miniserie es que las intenciones iniciales de Morrison con el personaje quedan definitivamente claras: a través de este viaje temporal se desvela que Bruce Wayne no es el creador de Batman propiamente dicho, sino que este es un mito muy anterior que Bruce ha abrazado y ha hecho suyo. Ahora es el momento, razona Wayne, para hacerlo evolucionar con ayuda de su experiencia como hombre de negocios. Poco antes, en Batman and Robin #5, un villano resumía la idea de manera despectiva: «Eso es todo lo que es Batman ahora: una marca, un logo». Lo cierto es que para Morrison los logotipos de las empresas son otro tipo de magia moderna (algo equivalente a sigilos como el de Metrón en Crisis final), por lo que este nuevo tratamiento no pretende ser peyorativo, sino que quiere otorgarle aún más significado al caballero oscuro.

En la prehistoria hubo algo parecido a un Batman, como se ve en Batman: The Return of Bruce Wayne #1 (2010).

A quien recuerde el título de la primera saga de esta etapa, esta transición le va a resultar evidente. Con Morrison, hemos pasado de una pequeña empresa familiar, un «Batman e hijo», a una empresa mediana con dos socios, «Batman y Robin», y por último a una gran corporación que protagonizó una nueva colección, Batman: Incorporated (2011-2013). En ella, Bruce Wayne ha transformado su identidad secreta en una franquicia internacional a la que pueden unirse todos los superhéroes del mundo que quieran adoptar ese nombre. Por ejemplo, cuando él mismo regresa a la acción como Batman, Nightwing sigue a su lado pero sin devolver al armario el traje de murciélago que utilizaba en Batman y Robin. Todos los Batmen son bienvenidos, sin importar si repiten conjunto.

En estas dos últimas colecciones Morrison seguía insistiendo en no expulsar a nuevos lectores a partir de dos estrategias: evitar las referencias explícitas a la continuidad (una constante de sus guiones) y dejar a un lado a la gran mayoría de los antiguos villanos de Batman para crear otros nuevos, como los Metaleks, una parodia de los Daleks de Doctor Who, que volverían a aparecer en Action Comics #11.

Morrison solo repite tres villanos clásicos: Talia, Ras Al Ghul y el Joker. Al último es al que da más espacio y con el que vuelve a arrojar el concepto de la supercordura que ya había planteado en Asilo Arkam. La propuesta del guionista es que este villano en realidad no está loco, sino que posee una elevada autoconsciencia de sí mismo que le permite no estar atrapado en una única personalidad, es decir, que puede reinventarse constantemente. O como él mismo decía en Aztek: The Ultimate Man: «Cada día llevo una cabeza diferente, una máscara diferente. A veces un asesino, a veces un payaso, nunca un bostezo» («Sometimes a clown, never a yawn»).

Morrison presenta a una nueva versión del Joker en Batman #663 (2007).

Estos esfuerzos por mantener a los lectores al margen de las complicaciones de la continuidad no recibieron una recompensa. En 2011 la editorial justificó con la miniserie Flashpoint un nuevo reinicio, el llamado The New 52, para darle a los lectores un universo de ficción más sencillo en el que los últimos 26 años de historia ya no existían. Este evento pilló a Morrison en mitad del último tramo de Batman Inc., en el que, con muy buena voluntad, hizo lo que pudo para evitar que este borrón y cuenta nueva destrozase su etapa hasta ese momento, pero no pudo evitar que se lo enturbiase. En la nueva continuidad, y aunque no tuviese mucho sentido, Batman solo llevaba cinco años en activo y era el único Batman que existía, por lo que Dick Grayson dejó de vestirse como él al mismo tiempo. En esencia, Batman Inc. dejaba de tener sentido.

Uno de los números en los que Dick Grayson y Bruce Wayne podían vestirse igual, en Batman Incorporated: Leviathan Strikes! #1 (2011).

Aun sí, Morrison coló en el primer número de Batman: Incorporated vol. 2, creo que más por accidente que con segundas intenciones, un último guiño a esta continuidad recién borrada: cuando los Outsiders explican cómo se acaban de salvar de la muerte hacen una disimulada referencia al primer número de la JLA de Morrison, aunque no haya ninguna nota al margen que lo explicite.

 

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