‘Pafman’: el inolvidable relleno de las revistas de Mortadelo en los 80


Dicen las malas lenguas que el defensor de Logroño City fue creado como relleno de las revistas de Mortadelo, igual que pasó con Alfalfo Romeo, Porrambo, Sporty... Es posible, pero con los años Joaquín Cera se esforzó en construirle un universo de estupidez único. Algo tendrá, porque ahora Mario Casas dice que no le importaría interpretarlo en el cine.


Cuando terminó la mili, Joaquín Cera tenía 19 años y quería volver a dibujar tebeos. El año anterior, la entonces desaparecida Editorial Bruguera había publicado alrededor de veintidós páginas de sus Rebuznos en el espacio (1986-1987), una parodia un poco torpe de las space opera del momento. La heredera del catálogo de Bruguera, Ediciones B, le acogió en 1987 con la condición de cumplir un encargo: crear una parodia del género de superhéroes.

Lo poco que sabía este alumno de la Escuela de Cómic Joso respecto a los superhéroes dice mucho sobre Pafman (1987-2013). Su personaje partía del referente de Batman (porque Superman ya se lo había cogido Jan), pero el parecido se acababa en el nombre y algo del traje. Pafman no era una respuesta al Caballero Oscuro, sino un superhéroe hogareño, sin una identidad secreta que proteger y con apenas una neurona escasa en la que solo cabía una injustificable seguridad en sí mismo. Su sidekick era Pafcat, un humanoide felino ―los gatos en los cómics siempre venden― aficionado a inventar armas y trastos como el robot Robotstiano-27. Juntos luchaban, por llamarlo de alguna forma, contra villanos de la altura del Dr. Ganyuflo, el profesor Malfendi ―¿he dicho capitán Malfendi?.. quería decir ascensorista Malfendi―, el secundario multiusos Mafrune y especialmente el Enmascarado Negro, el gran archienemigo de la colección.


Pafman nació el 27 de mayo de 1987 como puro relleno, cuatro páginas por revista en las que un dibujante bisoño llamado Joaquín Cera se esforzaba por estar a la altura de las circunstancias. Lo que no se imaginaba ni él ni Juan Carlos Ramis ―responsable de Sporty (1988) y Alfalfo Romeo (1987)― es que ambos estaban revolucionando la Escuela Bruguera. Cualquier página de los autores clásicos de la editorial en aquellos años, como las de Don Roge y doña Lisistrata (1991), Segis y Olivio (1971) o Insegurini (1988), seguía teniendo como objetivo desembocar en el chiste de la viñeta final.  Se trataba de la gran rabieta, la persecución, la noticia en el periódico… Pero Cera y Ramis eran conscientes de esa estructura esquemática y la subvertían.

En sus cómics el desenlace era irrelevante, un compromiso al que no le daban ninguna importancia. Los gags planificados y el mensaje social de épocas anteriores fueron, poco a poco, sustituidos por la ocurrencia continua, el pequeño chascarrillo, el juego de palabras intencionadamente chusco, la referencia boba al programa de televisión o la expresividad gestual llevada al ridículo.

Ediciones B, el asesino de personajes


La influencia de Akira Toriyama (Dr. Slump, 1980-1984) y André Franquin (Spirou, 1980) fueron ayudando a Cera a desarrollar poco a poco una línea más decidida y unas texturas trabajadas, aunque seguramente la carga de trabajo le llevó a un punto en el que tuvo que reconducir su estilo. Si sus gags brillaban por su improvisación más desbocada (pongo de ejemplo la maravillosa El caso de las gafas churrifocales, 1992), el dibujo debía ponerse a ese nivel. Cera se volvió más apresurado y descuidado, pero sin llegar nunca a la desidia, sin bajar el número de viñetas o dejarlas medio vacías.

Este estilo ya consolidado alcanzó su momento culminante en 1993 en su cómic más recordado: a lo largo de las 44 páginas de El asesino de personajes, Pafman y Pafcat investigaban la muerte de los famosos personajes de cómic Tontín, Histérix, Spider-Ñam y los Pitufos, un caso en el que lo de menos era descubrir al misterioso villano en las sombras (Mafrune, cómo no). En realidad, la gracia estaba en las chorradas con las que Cera alargaba la trama, los cameos, los nuevos villanos… Con esta aventura larga se imitaba la estructura de los álbumes de Mortadelo, pero la suerte de las dos series fue muy diferente. Ediciones B decidió en 1996 cancelar prácticamente todas sus revistas y con ellas Pafman también desapareció.

El regreso del superhéroe de Logroño


Las historietas de Pafman habían dejado de publicarse un año antes del estreno de Batman y Robin (1997) y volvieron a las librerías un año antes que Batman begins (2005). La coincidencia está incluso en el tono. El nuevo Pafman, como el superhéroe de Christopher Nolan, estrenaba traje para alejarse de los colores de Superlópez y se volvía más sofisticado en guion y dibujo. En Pafman redevuelve (2004) Cera recuperaba a sus dos personajes, congelados durante siete años en «algún lugar más al sur del Polo Sur», para enfrentarlos al criminal internacional Lucas Grimore. El nuevo villano pretendía enriquecerse manipulando la mente de los espectadores del programa de telerrealidad definitivo, Operación glamour. Al mismo tiempo Cera decidió añadir un tercer miembro al equipo, Tina Tonas, una cargante teniente de policía y sobrina de Pafman.

Decía Joaquín Cera que para sacar este cómic adelante fue fundamental el apoyo del editor Francisco Sánchez, que unos años después se convirtió en guionista de Chernóbil: La zona (2011), dibujado por Natacha Bustos. Gracias a él fue posible el formato de las primeras entregas de este Pafman, en las que Cera incluyó, además de nuevas aventuras, cinco páginas de extras (un making of, las armas, el origen, la base secreta de Pafman, etcétera.) y un imprescindible recopilatorio de once historietas de Pafman de mediados de los noventa. Una joya.


En esta nueva etapa se hicieron evidentes dos influencias importantes en Joaquín Cera. Por un lado el manga, en especial el del Dragon ball (1984-1995) de Toriyama. De hecho, tanto Guarromán como una tortura «erótica» de su segundo tomo son versiones muy similares de Bacterian y la tortura de Pilaf. Por otro lado estaba la televisión: a lo largo de los noventa, a Pafman se le veían referencias a las risas enlatadas, a Martes y Trece (1978-1997), a los VIP (1990-1992) de Emilio Aragón en incluso a Mulder y Scully.

En los nuevos álbumes los guiños al cine y la televisión (ojo con el anuncio del mono y la ballesta) ganaban importancia porque se centraba cada uno en la parodia de un género de la cultura pop. La noche de los vivos murientes (2005) se basaba en las historias de terror; Pafman in USA (2006), en los estereotipos estadounidenses; Cabezones del espacio (2007), en la ciencia ficción; o 1944 (2008), en las ucronías nazis. La excepción de esta tendencia fue Pafdark: el cabestro oscuro (2010). En aquel álbum la lucha contra la versión malvada de Pafman sirvió para explicar a los lectores los siete años de su desaparición y el origen secreto de Tina Tonas.


Pafman redesaparece

Primero 96 páginas en rústica y en color, luego 44 páginas, después tapa dura, luego 96 pero en blanco y negro… Que una editorial cambie tantas veces de formato es tan mal presagio como que una cadena cambie el horario de una serie. Joaquín Cera se lamentaba de que las ventas no acompañaban a pesar de contar con un público fiel. Tal vez la editorial no sabía llevar su producto a los lectores adecuados, o tal vez el humor de Pafman pertenecía a otra década.

Sea cual sea el motivo, las aventuras del defensor de Logroño llegaron a su final con La aventura del Titaidón (2013), una precuela setentera de sus primeros cómics. En la compleja España de Esteso y Pajares, las pesetas, el abuso del tacaco y las canciones de Luis Eduardo Aute, Pafman y Pafcat viajaban a EEUU para alistarse en los Vengadores o la Patrulla-X. Sin embargo, su barco se estrellaba y se daba la vuelta por culpa de unos castores en pijama. El dibujante debía de ser muy consciente de que esta «primera» historia iba a ser también la última porque en la viñeta final teníamos a la teniente Tonas gritando al teléfono: «Orden de búsqueda y captura para Joaquín Cera… ¡¡Que lo encierren por dibujar semejantes disparates!!».

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