Siggi y Babarras: así se apropió la ultraderecha alemana de Astérix y Obélix



La Guerra Fría llegó incluso a los cómics de Astérix. Un antiguo oficial del Tercer Reich utilizó a los héroes galos para adoctrinar a los niños alemanes con ideas antidemocráticas, antisemitas y anticomunistas. El resultado de una traducción tan libre como aquella fue un panfleto poco conocido fuera de sus fronteras.


Entre todos los viajes que han realizado Astérix y Obélix sólo un país fue retratado de una manera cruel. En Astérix y los godos (1962) el guionista René Goscinny y el dibujante Albert Uderzo caricaturizaron a una Alemania violenta en la que destacaban las características del nazismo: el culto al líder, el militarismo, la insensibilidad ante el sufrimiento ajeno… Los godos del cómic estaban asociados a este régimen incluso en lo visual, con unos cascos que recordaban a los de los soldados alemanes durante la Segunda Guerra Mundial o por la bandera goda, que combinaba la enseña nazi con el águila de la República de Weymar.

La portada de Lupo modern N.º 35 (1965) reproduce la portada del álbum Astérix y los godos.

No era una visión muy amable, pero tenía sentido dentro del contexto histórico. Los enfrentamientos bélicos entre los dos países habían sido continuos desde la guerra franco-prusiana en 1870 hasta la invasión de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. También hay que tener en cuenta que, desde un punto de vista más personal, buena parte de la familia del guionista había sido asesinada en los campos de concentración alemanes. Lo que se ve en este cómic no es ni más ni menos que la imagen beligerante que Francia tenía de su vecino, una imagen que empezó a mejorar cuando los gobiernos de estos dos países iniciaron una relación más amistosa a partir del Tratado del Elíseo (1963).

La pregunta clave es: ¿cómo se recibió en Alemania este álbum de Astérix?

¡Están locos estos alemanes occidentales!

Poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial, en febrero de 1945, los representantes de los países aliados se reunieron en Yalta para repartirse Alemania en cuatro zonas que quedaron bajo el control de Francia, Reino Unido, Estados Unidos y Rusia respectivamente. Con esta estrategia, cada país se aseguraría de desmantelar las estructuras y elementos nazis que habían desencadenado el terror en Europa. Además, con la ocupación cada gobierno se podía asegurar el cobro de las indemnizaciones de guerra.

El editor Rolf Kauka juega con un peluche de Lupo, uno de sus personajes.

Este mismo país veinte años después se encontraba dividido en dos, la República Federal (la Alemania capitalista) y la República Democrática (la comunista). En la primera de ellas vivía un ex oficial del ejército que había servido al Tercer Reich y que después había fundado una editorial en la que tenía contratada a Traudl Junge, la secretaria personal de Adolf Hitler. Se trataba de Rolf Kauka (1917-2000), el editor de la primera traducción alemana de los tebeos de Astérix. Allí se le conoce como el «Walt Disney alemán» por el universo que ayudó a construir alrededor de unos personajes de su creación, Fix y Foxi, una pareja zorritos muy popular en ese país. Sin embargo, a pesar de estas historietas de animales parlantes de aspecto adorable, la ideología del editor fue más controvertida.

Al principio de cada revista, Kauka incluía un prólogo en el que exaltaba la calidad del contenido y elogiaba el buen gusto de los lectores. Junto a este tipo de opiniones inofensivas, Kauka también dejó entrever su ideario político, como cuando pidió en las navidades de 1966 la «liberación de los prisioneros inocentes de Spandau y el resto de cárceles». Dejando a un lado que tal vez no era una reclamación apropiada para una publicación infantil, la cárcel de Spandau fue aquella en la que cumplieron condena los altos cargos del régimen nazi tras los Juicios de Núremberg.

Otro ejemplo fue la propaganda para un partido político ficticio en las elecciones de 1965, el Partido Alemán Lupo (en referencia a Lupo, una de sus revistas). El problema estuvo en las palabras que Kauka eligió para hacerlo: «¡No podemos seguir así! ¡Necesitamos un nuevo partido único!».

Fix y Foxi junto a la abuela Eusebia, la niña Lupinchen, el tío Fax y el lobo Lupo.

Las ideas nacionalistas y reaccionarias de Kauka calaron especialmente en la traducción libre que se hizo en los cómics de Astérix, a los que convirtió en una sátira política de la Alemania de postguerra. Para ello, localizó a Astérix y Obélix como guerreros germanos de una aldea llamada Bonnhalla, a la orilla del Rin, en referencia a Bonn, la capital de la RFA. Astérix se transformó en Siggi (por Sigurd, el héroe mitológico germano) mientras que Obélix quedó bautizado como Babarras (por «barras», es decir, «la mili» en alemán).

Junto a estos cambios, el jefe de la aldea dejó de llamarse Abraracúrcix para ser Hein Mark, al que su pueblo saludaba gritando «¡Ce-de-u!», en referencia al CDU, el partido democristiano que hasta hace poco lideraba Angela Merkel. Otro guiño político es el nuevo nombre de Panorámix, Konradin, por Konrad Adenauer, el primer canciller de Alemania Occidental entre 1949 y 1963. El molesto bardo Asurancetúrix, al que ninguno de sus vecinos quiere escuchar cantar, fue traducido como Parlamet, un juego de palabras entre «parlament» y «met» («hidromiel» en alemán). En la página de presentación el chiste antidemocrático quedó subrayado. Según sus compañeros, «un Parlamet mudo es un buen Parlamet».

La página de presentación de los personajes traducida al alemán.

Al contrario que en los cómics originales, la aldea germana no luchaba contra el invasor, sino contra las fuerzas de ocupación. Las legiones estaban formadas por romanos que no incluían palabras en latín en sus diálogos, sino palabras en inglés. La analogía con la OTAN no era precisamente sutil porque Roma recibía aquí el nombre de Natolien. Uno de estos personajes, el romano Pideperdonus aparece renombrado como Tschie-Ei, que suena como GI en inglés, en referencia a los soldados americanos.

Astérix y la hoz de oro (1961) es el segundo álbum de la colección, pero fue el primero que Rolf Kauka incluyó en su catálogo entre los números 6 y 15 de la revista Lupo modern (1964-1966). Aparte de todos estos cambios, se pueden destacar otros tres que son bastante llamativos. Por empezar con el más ligero, el borracho de la cárcel que grita «¡Viva Vercingétorix!» pasó a lanzar una proclama anacrónica que no tenía mucho sentido: «¡Viva el káiser Guillermo!» (en referencia al último emperador alemán).

El mapa de la aldea en la traducción alemana.

En segundo lugar, el primo de Obélix y fabricante de hoces de oro, Amérix, quedó bautizado como Wernher von Braunsfeld en referencia al barón Wernher von Braun, el controvertido ingeniero aeroespacial que colaboró con Hitler diseñando los misiles V-2. La referencia no es tan gratuita como puede parecer en un primer momento. Si en el cómic este personaje es buscado por los romanos, en el mundo real fueron los americanos quienes se hicieron con sus servicios para que colaborase con el programa espacial de la NASA.

Estas modificaciones no tienen mucha importancia comparadas con el villano del álbum, el comerciante Gangstérix. En esta edición, el llamado Schieberus no sólo infla los precios de las hoces de oro y aparece como un traidor colaboracionista con las fuerzas de ocupación, sino que también habla con acento yiddish. Es difícil defender una caricatura antisemita tan gratuita como ésta, especialmente porque fue publicada durante los últimos meses de los Juicios de Auschwitz.

Portada de Lupo modern N.º 19 (1965)

Astérix y los soviets

Las referencias políticas continuaron en Astérix y los godos (1963), que fue el tercer álbum publicado por Kauka entre los Lupo modern N.º 27 y 37. La historia arranca con una reunión de druidas en el bosque de los Carnutes, renombrado aquí como bosque «de la Unión», es decir, del partido político Unión Social Cristiana de Baviera. Si en el guión de Goscinny estos hechiceros organizaban un concurso para elegir al mejor druida del año, en la traducción se trataba de un proceso electoral. De este modo, Sesentaisix se convertía en Franzjosefix (por Franz Josef Strauß, el primer ministro de la Unión Social Cristiana de Baviera), Préfix en Mendix (por Erich Mende, el vicecanciller del Partido Liberal Democrático) y Barométrix en Branderix (por Willy Brandt, el alcalde socialdemócrata de Berlín).

A partir de ahí, Kauka convirtió este comic antialemán en uno anti-RDA. Astérix y Obélix viajan a la Alemania comunista (un cartel en la frontera separaba el Sector Este del Sector Oeste) para liberar a Panorámix de los ostrogodos. Estos nuevos personajes hablan en el dialecto de la Alemania del Este, se dirigen entre ellos como «camaradas» y llaman «trolls capitalistas» a sus vecinos godos. Por si quedara alguna duda de la lectura política, los bocadillos de los ostrogodos no estaban escritos en la letra gótica del cómic original (para simular que hablan en un idioma que Astérix y Obélix no comprenden), sino impresas en color rojo.


Como pasaba con los druidas, los nombres de los ostrogodos derivaban de políticos alemanes de la época, pero también de ideologías. Al jefe de los ostrogodos, Teleféric, se le traduce como Hullberick (por Walter Ulbricht, presidente de la RDA) y a Clorídric, como Zimberlick (un juego de palabras con «hipersensible»). Por un error, sus nombres vuelven a ser traducidos en la batalla final como Sozialisterick, Volksdemokratick («la democracia del pueblo»). Por su parte, Teóric y Simétric se convierten en Stooferick y Benjaminick, en referencia a Willy Stoph y Hilde Benjamin, dos importantes políticos de la Alemania comunista.

El caso más delicado es el del godo Histéric, que aparece aquí como el ostrogodo Himmlerick, en referencia a Heinrich Himmler, Ministro de Interior del Reich. Es decir, Rolf Kauka incluía a nazis en la Alemania de Este, pero no entre los godos occidentales. Podríamos interpretar que el ex oficial estaba colocando en el mismo saco al nazismo y al comunismo, pero también que estaba culpando de los crímenes del nazismo a sólo una mitad de Alemania. Concretamente, a la otra mitad.


Esta forma de distanciarse de la responsabilidad del nazismo conecta con uno de los bocadillos más desafortunados de La hoz de oro. En esta traducción, el menhir de Obélix representaba el complejo de culpa alemán al conocer los crimines del nazismo. Por ese motivo, Astérix le pide que lo deje atrás: «Babarras, ¿tienes que cargar con este complejo de culpa siempre? Germania necesita tu fuerza como nunca antes». El comentario era muy desafortunado en un país que todavía estaba asimilando su papel en el Holocausto, pero iba en la línea de lo que la derecha alemana pedía en esa época. Como dijo Franz Josef Strauß en 1969, «Un pueblo que ha logrado estos logros económicos tiene el derecho de no querer saber nada más sobre Auschwitz».

Otro ejemplo de la ideología de Kauka se puede leer durante la visita de Siggi y Babarras a los ostrogodos. En el original, René Goscinny escribió un simpático diálogo sobre la diferencia entre los godos y los visigodos. En la traducción no hay ningún chiste. Obélix opina que la división de Germania es «una lástima», mientras que a Astérix le parece que está justificada. «¿Sería mejor reconocerlos? ¡No! Todavía tenemos la doctrina de Gallenstein». La viñeta se refería a la doctrina Hallstein, llamada así por el ministro de exteriores Walter Hallstein. Según este ministro, la República Federal era la auténtica Alemania, por lo que su gobierno no mantenía relaciones diplomáticas ni con la RDA ni con los países que la reconociesen como Estado independiente.

¡Están locos, los romanos!

«El mercado de revistas alemanas se ha enriquecido con una novedad: desde abril existe una revista infantil de extrema derecha titulada Lupo». Así empezaba un artículo de dos páginas de Peter Sulzbach en la revista satírica Pardon N.º 6 (1965). El texto, titulado Politische Bildung für die Kleinen (Educación política para los más pequeños), comentaba varios ejemplos sacados del álbum La hoz de oro y terminaba recomendando al gobierno que investigase esta publicación.

Portada de la revista Pardon N.º 6 (1965).

Rolf Kauka no acreditaba a los autores de los cómics que publicaba (tal vez para que pareciesen genuinamente alemanes), pero esto no significa que estos no se enterasen de nada. En cuanto Goscinny y Uderzo conocieron la situación le retiraron los derechos de edición. Según lo recuerda el dibujante, «Compramos un ejemplar y el cielo se nos cayó encima de verdad». El director de Lupo, Peter Wiechmann, fue menos dramático sobre esta polémica en una entrevista de 1986. Para él, se trataba sólo de una sátira: «Si Uderzo/Goscinny se burlaron de la relación Francia-Alemania, ¿se nos puede reprochar por burlarnos de la relación Alemania-Alemania?».

Así es como los héroes de la irreductible aldea gala pasaron a manos de la editorial Ehapa en 1968, que le encargó las nuevas traducciones a la escritora Gudrun Penndorf. Su trabajo se ha ganado el cariño de los lectores alemanes, especialmente por la curiosa traducción que se le ocurrió para la expresión «¡Están locos estos romanos!»: «Die spinnen, die Römer!» («¡Están locos, los romanos!»). Sin embargo, la confianza había quedado tan debilitada por culpa de Kauka que se empezaron a revisar desde Francia estas traducciones antes de su publicación.

Portada de Fix und Foxi Extra N.º 2 (1969) en el que se publicó QRN ruft Bretzelburg.

Esto no significa que Rolf Kauka corrigiese su enfoque político a la hora de editar cómics. Estas tergiversaciones se repitieron en QRN en Bretzelburg (1963), uno de los mejores álbumes de Spirou y Fantasio dibujado por André Franquin. A este editor le debió de irritar que un belga crease un país malvado imaginario basado en Baviera, tanto como para transformar al villano, el general Schmetterling, en un militar soviético y darle una nueva motivación: conquistar Bonnhalla, aquella aldea que había creado para los cómics de Siggi y Babarras.

Esta vez fue la revista Der Spiegel la que comentó con sarcasmo los cambios que se habían hecho en este cómic, como explicar que en Alemania del Este la gente se vestía con periódicos y que, como los autobuses no tenían motores, los pasajeros tenían que pedalear. El artículo se dirigía a un niño de once años que le preguntaba a su padre sobre lo que había leído en este cómic. Este padre había decidido dejar de comprarle revistas de la editorial Kauka a su hijo, por lo que el autor del artículo se preguntaba con retranca: «¿Quién te va a preparar para el mundo de los adultos tan bien como el pedagogo alemán Rolf Kauka?».

Siggi, Babarras y otros héroes «kaukásicos»

Portada de Fix und Foxi Super Tip Top N.º 12 (1968) que incluía Der Ochsenkrieg.

Kauka había perdido los derechos de Astérix, pero no las ganas de continuar sus aventuras. En poco tiempo se sacó de la manga a Fritze Blitz y Dunnerkiel, su propia pareja de godos que luchaban (sin poción mágica) contra la ocupación romana en el primer siglo después de Cristo. Habitaban, como Siggi y Babarras, en Bonnhalla, pero esta vez su nuevo jefe se llamaba Heinerich Hattenstich, en referencia a Heinrich Lübke, el presidente de la RFA.

El primer álbum de estos personajes se tituló Cuando los romanos se volvieron impertinentes (Als die Römer frech geworden, 1967). En la portada del segundo, La guerra del buey (Der Ochsenkrieg, 1968), vemos que el adoctrinamiento continuaba: un malvado líder lanza soflamas desde una tribuna de la que cuelga una bandera roja con una hoz y un látigo. Sin embargo, lo más interesante es que desde este número Fritze Blitz y Dunnerkiel pasaron a ser llamados Siggi y Babarras, unos nombres que, evidentemente, no eran propiedad de Goscinny y Uderzo.

Portada de Fix und Foxi Super Tip Top N.º 21 (1969), que no incluía páginas de Siggi y Babarras.

Con estos nuevos nombres Kauka publicó sólo un nuevo álbum, El buen dios de la Galia (Der liebe Gott von Gallien, 1969), en el que los protagonistas visitaban a sus vecinos franceses. El resto de sus aventuras fueron un complemento de dos álbumes italianos de Tribunzio, de los autores Leone Cimpellin y Carlo Triberti. En la traducción, este general romano rebautizado como Hermann Teutonus fue transformado, por capricho de la editorial, en un personaje más del universo de Siggi y Babarras.

Por si no es evidente que al editor le sentó mal no poder traducir más tebeos de Astérix, Kauka publicó dos series más relacionadas con este universo. Die Pichelsteiner (1966-1974) fue una serie de ambientación prehistórica que se anunció en Lupo modern N.º 18 como «los legendarios ancestros de Siggi y Babarras». Muchos años después Kauka incluyó en la revista Primo otro spin-off, Furor Teutonicus (1974), dibujado por el español Josep Martí Capell. Podemos imaginar que el sesgo ideológico seguía siendo el mismo, porque entre los personajes de Die Pichelsteiner se incluyó a un villano «racialmente no identificado con la nariz aguileña» que, además de malvado y mentiroso, hablaba con acento yiddish.

Die Teutonen, otro título de Furor Teutonicus.


Primera página de Die Pichelsteiner del Prima N.º 17 (1971).

Esto con Siggi y Babarras no pasaba

La traducción propagandística de Astérix no refleja sólo la ideología de su editor, sino también la opinión de la sociedad de la que él formaba parte. Treinta años atrás, una Alemania que atravesaba dificultades económicas se había dejado convencer por un partido nacionalista, xenófobo y totalitario que prometía mano dura. Tras la derrota del nazismo, buena parte de la población quiso vivir de espaldas al pasado intentando ignorar cómo se había colaborado con el régimen o bien cómo se había mirado para otro lado.

Ni siquiera se puede decir que el final de la dictadura significase el de las ideas que elevaron a Hitler al frente del gobierno. Por ejemplo, en la policía y la administración pública las fuerzas aliadas se toparon con una gran resistencia para democratizar estas instituciones y depurar a antiguos nazis. En esta situación, no son de extrañar ni los cómics de Siggi y Babarras ni tampoco que se pudiese oír en las casas y es los bares la frase «Unterm Hitler hätte es das nicht gegeben», el equivalente de «Esto con Hitler no pasaba».

Portada de Lupo N.º 6 (1965). Kauka tapó el cartel de Lutecia con el personaje Lupo.

Todavía hoy se puede leer en foros alemanes a aficionados que discuten sobre esta traducción. Hay quienes opinan que el editor es una víctima de la corrección política y quienes ponen en duda que el comerciante Schieberus hablase con acento yiddish, porque en realidad se trataría de un acento ruso, polaco o de Alemania del Este. Incluso un usuario le quita importancia a reírse de estereotipos judíos como la nariz aguileña o la avaricia.

Siggi y Babarras es mucho más que una rareza de la que ningún país se sentiría orgulloso. Incluso se puede decir que funciona como algo más universal que un reflejo de la Alemania de los sesenta. Es el testimonio, en forma de cultura popular, de lo difícil que resulta cerrar algunos capítulos de la historia.









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