De los personajes de Bruguera… ‘¿Quién tiene el Chollo?’



Dos Ibáñez y un destino. Dos de los mayores creadores de entretenimiento de este país, Chicho Ibáñez Serrador y Francisco Ibáñez, coincidieron en un concurso de las revistas de Bruguera... y hasta aquí puedo leer.


Un, dos, tres… responda otra vez (1972-2004) fue el mayor concurso de la historia de la televisión española. No es una exageración. Chicho Ibáñez Serrador (1935-2019) diseñó un programa que iba más allá de las pruebas mentales y físicas que aparecen en cualquier concurso. En realidad estamos hablando de todo un espectáculo en el que también había espacio para humoristas, música, baile y muchas sorpresas, todo ello con un objetivo tan sano como divertir a los espectadores.

El Chollo fue el protagonista de la portada del Teleprograma.

Uno de los elementos más destacados del programa fueron sus mascotas. La más icónica fue la primera, la calabaza Ruperta, que ganaba protagonismo en la última parte del programa, la subasta. Los humoristas, cantantes e invitados llevaban unos regalos a una mesa para que los concursantes fuesen descartándolos uno a uno hasta quedarse con el último. Cada uno de esos regalos estaba asociado a diferentes premios, algunos verdaderos, como coches y apartamentos, y otros de broma, como dos millones y medio de cerillas o cien armónicas. De entre estos últimos el peor podía llegar a ser un simple muñeco de Ruperta de consolación.

En esta grabación de 1985 se puede ver al Chollo animado en los primeros minutos.

Con los años la calabaza Ruperta fue sustituida por otra mascota con una función similar, la bota Botilde, y tras ella llegó otra totalmente diferente. El Chollo, una especie de pera morada con chistera, se convirtió en la primera mascota positiva. Es decir, si los concursantes recibían este premio podían escoger cualquier otro de los que se habían descartado antes. La novedad era tan chocante que en muy poco tiempo se suavizó con una segunda mascota, el Antichollo. Si en algunas ocasiones la calabaza Ruperta podía estar asociada al mejor premio de la noche, recibir el Antichollo siempre significaba volver a casa con las manos vacías.

Los siguientes concursantes son amigos y agentes de la TIA

Apoyándose en este programa, la Editorial Bruguera creó su propio concurso: ¿Quién tiene el Chollo? (1985). Cada semana publicó en sus revistas una página de historieta en la que varios personajes daban pistas facilonas sobre un personaje misterioso. Al final de cada entrega se incluía un cupón para enviar la respuesta y los datos personales para participar en un sorteo de un viaje a Disneyworld para tres personas o un coche, aunque quienes no ganasen tenían la posibilidad de recibir bicicletas, motos, ordenadores, videojuegos o relojes digitales. Tras cuatro páginas se revelaba el misterio y se anunciaba el nombre de todos los afortunados.

El concurso fue anunciado en las portadas de las revistas de Bruguera.

Francisco Ibáñez fue el elegido para desarrollar las páginas de este cómic. No sólo era considerado el mejor dibujante de la editorial, sino que también tenía experiencia dibujando a otras mascotas parecidas. El Chollo y el Antichollo habían sido animados en los Estudios Moro, los mismos estudios de varios personajes publicitarios como Kinito (el de la quina San Clemente, la que «¡Da unas ganas de comerrr!») y Don Pedrito («que está como nunca», del brandy Fundador), que fueron adaptados al cómic precisamente por este autor. Dos mascotas publicitarias, por cierto, que la editorial incluyó en tebeos para niños a pesar de estar asociadas a bebidas alcohólicas.






Ibáñez planificó cada una de sus páginas como un programa acelerado del Un, dos, tres… En lugar de Mayra Gómez Kemp, la secretaria Ofelia empezaba lanzando una ronda de preguntas a parejas peculiares de concursantes: una sirena y un centauro, dos gánsteres, dos extraterrestres, dos indios…  A continuación venían las pistas del personaje misterioso, en las que se mantenía el estilo desenfadado y gamberro de la primera mitad. ¿Qué personaje confunde una apisonadora con una lavadora de rodillos? ¿Qué personajes intentan arreglar el motor de un coche y lo convierten en una bomba con volante y ruedas? ¿Y qué pareja de personajes rubio y moreno se dedican a hacer trastadas? No había ninguna necesidad de ponérselo difícil a los lectores.



Si algo falla el responsable es…

Ibáñez había estado desaparecido de Bruguera entre noviembre y diciembre de 1984. Por lo que se le había dicho a los lectores, había tenido que dejar colgado Cacao espacial (1984-1985) porque había sufrido un pinzamiento cervical. A esto se le sumaba que la empresa llevaba desde 1982 en suspensión de pagos, congelación de salarios, retrasos en los pagos para los colaboradores externos, reducciones de plantilla y reducciones de jornada. Aunque en ese momento nadie lo supiese, Bruguera iba a quebrar al año siguiente. No tiene pinta de que fuese el mejor ambiente para trabajar allí.

Las portadas de Mortadelo n.ºs 202, 203 y 208 hablaron sobre el dolor de cervicales de Ibáñez.

A su regreso, Ibáñez mantuvo la misma energía que antes. Le puso fin al anterior álbum, empezó El preboste de seguridad (en el que Mortadelo y Filemón trabajan a las órdenes de un ambicioso político socialista) y se puso con las primeras páginas de ¿Quién tiene el Chollo? Sin embargo, a los pocos meses Ibáñez abandonó definitivamente la Editorial Bruguera, sin dar un final ni a un cómic ni al otro. Poco después comenzaría una nueva aventura profesional con nuevos personajes, Chicha, Tato y Clodoveo (1986-1990) y 13, Rebolling Street (1986-1990).

Ibáñez apareció en 1987 como invitado en el programa del Un, dos, tres… dedicado a los cómics (minuto 49:00). Justo en ese momento se encontraba en un proceso legal contra Ediciones B para reclamar la propiedad intelectual de sus agentes de la TIA, por lo que es muy significativo que aparezca acreditado al final como Creador de Mortadelo y Filemón.

Su sustituto quizás no fuese la mejor elección. El creador de Zipi y Zape, Josep Escobar (1908-1994), era el siguiente dibujante más emblemático de Bruguera, pero su humor ocurrente y reposado resultaba soso en comparación con la agilidad y el horror vacui de Ibáñez. La criada Petra sustituía como presentadora a Ofelia, mientras que el resto de concursantes e invitados fueron creaciones de Escobar que habían caído en el olvido: doña Tula, suegra, el miope don Telescopio, o el hambriento bebé Rosauro, salido de las páginas de Doña Tomasa con fruición, va y alquila su mansión (1959-1963).

Unas viñetas con el Antichollo, de las páginas que dibujó Escobar.

Tal vez la Editorial Bruguera pensó que sin Ibáñez el concurso ya no era lo mismo o tal vez desde el principio se había decidido que no iba a tener más de tres entregas. También es posible que la huelga de Correos en Barcelona de esas semanas tuviese algo que ver, o incluso la mala situación de la editorial. Sea como sea, el tercer concurso sólo tuvo tres páginas, una de Ibáñez y dos de Escobar, y ya no hubo ninguna entrega más. Un comentario de Ibáñez refiriéndose a otro de sus trabajos publicitarios encajaría bien en este asunto: «Cuando lo dejé de hacer, ese anuncio duró dos semanas». Al final todo se quedó en tan solo once páginas, nueve de las cuáles forman uno de los mejores trabajos de la carrera de Francisco Ibáñez.

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