10 años del número 1573: cuando ‘El Jueves’ fue «La revista que secuestran los viernes»



Un viernes de hace diez años, el juez Juan del Olmo, el 20 de julio de 2007, ordenaba el secuestro del número 1573 de la revista El Jueves N.º 1573 por ser «claramente denigrante y objetivamente infamante», lo que la hacía potencialmente merecedora de dos años de cárcel para sus responsables. Una década después, han cambiado muchas cosas. Esta portada fue el pistoletazo de muchas de ellas.


«Esta portada es un ejemplo de la libertad que existe hoy en día, donde se puede hacer humor incluso de la Familia Real». Con estas palabras, Carmen Alcayde terminaba hace diez años su comentario sobre la portada de El Jueves N.º 1573, puesto a la venta el día anterior. El programa de corazón Aquí hay tomate (2003-2008) había decidido llevar a todos los hogares de España la ilustración que había dibujado Guillermo Torres siguiendo un guion de Manel Fontdevila. ¿Era porque ridiculizaba las ayudas de 2500 euros por niño que había anunciado el gobierno de Zapatero? Más bien porque en ella se veía a los herederos al trono desnudos y en pleno acto conyugal.


Al día siguiente, 20 de julio de 2007, el juez Juan del Olmo ordenaba el secuestro de la revista de todos los puntos de venta. Según la fiscalía, la portada mostraba una actitud «claramente denigrante y objetivamente infamante» y que «resulta innecesaria y desproporcionada para la formación de la opinión pública». En su opinión, constituía un delito contra la Corona que podría significar hasta dos años de prisión según los artículos 490.3 y 491 del Código Penal. La familia real intentó desvincularse asegurando que no habían pedido que se actuara contra la publicación, una defensa que se apoyaba únicamente en su palabra.

La decisión de secuestrar la revista parecía llegada del franquismo. La de destruir «el molde» con el que había impreso la portada, de la Edad Media. «¿Que van a retirar los moldes? ¡Pero si hace años que eso ya no existe! ¡Lo mejor es que me corten la mano derecha!», decía Guillermo. Con sarcasmo, Mauro Entrialgo añadía en su blog: «¿Cómo va a evitar [el juez] ahora su difusión por webs y blog? ¿Quitándole las pilas a internet?».


«Ahora el dibujo aparecerá por todos lados. Los republicanos deben estar frotándose las manos», comentaba el dibujante Ricardo Martínez. Este fenómeno había sido bautizado en 2002 como «Efecto Streisand» desde el día en que la cantante Barbra Streisand denunció a Kenneth Adelman para que no difundiese las fotos que había tomado de su residencia. En esos tiempos de (ya no tan) nuevas tecnologías, el secuestro sirvió únicamente para que la tirada se agotase en los kioscos en cuestión de horas, el servidor de El Jueves se cayese con la riada de visitas y que la noticia llegase a los medios internacionales. «Ni el mayor enemigo de la Corona habría conseguido ese efecto», ironizaba Pedro J. Ramírez.

Je suis Manel et Guillermo

El debate sobre la libertad de prensa podría haber sido interesante, pero bajo el gobierno socialista los bandos resultaron sorprendentes. «Ha sido el mundo al revés. El PP apoyándonos y los progresistas encogiéndose de hombros. Cuando vi que Acebes nos defendía en nombre de la libertad de expresión, la verdad, no entendía nada», comentaba Maikel. Incluso un humorista de corte progresista como El Roto atacó el gag definiéndolo como «un atentado a la inteligencia». También hubo quienes no perdieron el criterio aquellos días, como el teórico de cómics Álvaro Pons, que calificó el secuestro como «una de las grandes vergüenzas nacionales que hemos tenido que sufrir».

 
Durante las semanas siguientes la revista no esquivó el tema. En su siguiente número, el 1574, se podía ver a Felipe y Letizia como una abejita y una flor entrañables bajo el lema: «¡Rectificamos! ¡Esta es la portada que queríamos publicar!». En la del 1575, un maltratador, un etarra y un terrorista islámico gritaban con desprecio al bufón de El Jueves: «¡¡Cómo os habéis pasado!!».

En el lado opuesto de la ley, la sentencia del juez José María Vázquez Honrubia venía a decir lo mismo. En noviembre de ese mismo año encontró culpables de injurias contra la Corona a los dos autores, a los que impuso una multa de 3000 € a cada uno. Mientras que para el juez la portada había causado «un notable daño en su prestigio institucional» a la Familia Real, muchos se preguntaron si el verdadero daño no se lo habría hecho esta persecución judicial.

«En estas fechas felices, me llena de…»


Con el anterior precedente, el año siguiente la Duquesa de Alba se atrevió a intentar, sin éxito, que se secuestrase también el número 1640. En su portada aparecía ella caricaturizada tumbada sobre billetes de 500 imitando la famosa escena de American beauty (1999) junto al bocadillo «Estoy sola, ¡llámame!». El juez, seguramente con la lección aprendida, decidió no intervenir.


Por eso fue sorprendente que en 2014 quien metiese la pata fuese la propia empresa dueña de la revista, RBA. Coincidiendo con la abdicación del rey Juan Carlos, el número 1932 iba a llevar en portada al rey endosando a su heredero una corona que había perdido todo su prestigio. Se llegaron a imprimir 60.000 ejemplares con esta ilustración de Manel Fontdevila, pero fueron destruidos para sustituir la portada por otra más inofensiva centrada en Pablo Iglesias y que no salió el miércoles, sino un día más tarde.


Lo absurdo era que el chiste no era especialmente insolente para lo que se podría esperar de una revista satírica. The Times y El periódico incluyeron viñetas con el mismo gag que no causaron ningún revuelo. Aunque RBA había apoyado a El Jueves con el secuestro, algo debió haber cambiado en este tiempo, porque anunció a la redacción de la revista un cambio más: durante unas semanas el rey no podría aparecer en las portadas.

Fontdevila se mostró tajante: «Bajarme los pantalones con esto me parece una falta de respeto con quienes me apoyaron entonces y con lo que yo dije entonces que pensaba de lo que fue el secuestro de esa portada». Junto con él, Guillermo, Albert Monteys y alrededor de una veintena de colaboradores abandonaron la revista. Fue una salida que, como matizó Mauro Entrialgo, no venía de una decisión colectiva para presionar y negociar una solución, sino que se trataba de un conjunto de decisiones individuales.


Esta veintena de autores decidió aprovechar el revuelo provocado para lanzar a la red una crítica sin censuras de la monarquía. Orgullo y satisfacción salió el día de la coronación del príncipe con forma de revista digital de 82 páginas. No había intención de continuar más allá, pero tuvo tan buena acogida (40.000 números vendidos) que se animaron a publicar un nuevo número cada mes al precio mínimo de 1,50 €. Por desgracia, sus creadores han dado al proyecto fecha de caducidad. Al no llegar a la cantidad de subscriptores necesarios para apoyar económicamente la revista, Orgullo y satisfacción cerrará en diciembre de este año

Los que se quedaron y los que vinieron

Sin una tercera parte de sus colaboradores, El Jueves no tuvo otra opción que buscar a nuevos autores y reconsiderar su función social. Pocos años antes, humoristas de vanguardia como Miguel Noguera o estrellas televisivas como Andreu Buenafuente estaban tan perdidos como un pulpo en un garaje dentro de una revista con unas aspiraciones más populares. Otro ejemplo de experimento fallido: la sección Gas de la risa, que imitaba el irreverente estilo del fanzine Adobo (2007-2012). En poco tiempo este humor más experimental y los temas de sociedad fueron apartados gradualmente para centrarse en una sátira política más contundente que encontró su máximo exponente en una nueva serie con continuidad, Borbón y cuenta nueva, de Ricardo Peregrina.


Viñeta de Adobo satirizando la sección Gas de la risa.

Entre las nuevas incorporaciones que han dado esta nueva personalidad a la revista se encuentran algunas evidentes, como las del mencionado Peregrina o JMV (¿cómo no habían entrado mucho antes?). Junto a ellos, otros menos conocidos como Juanjo Cuerda, Ivanper o Álvaro Terán han demostrado en este poco tiempo el talento necesario para estar en una publicación como ésta. Las que más chocaban en un principio, pero han ido demostrando su acierto, han sido las firmas de tuiteros como Masa Demócrata y Proscojoncio, la de un humorista reflexivo como Eneko e incluso la del ex teniente Segura. Algunos de ellos han creado su, digamos, mini Orgullo y Satisfacción. Siguiendo a la ex directora de la revista, Mayte Quílez, unos pocos de estos dibujantes colaboran en su tiempo libre con un pequeño chiste diario en las redes sociales de Bababanga.


La bajada de ventas que ha venido sufriendo la revista en estos últimos diez años ha llevado a la revista también a potenciar su presencia en las redes sociales y los blogs, pero no en la fuente de ingresos más evidente: los recopilatorios. El nuevo dueño de la revista desde 2006, RBA, únicamente lanzó al mercado los tomos El lueves luxury gold (2008), seguramente para pagar los gastos y multas relacionados con el secuestro del número 1573. Desde entonces han sido el resto de editoriales (Astiberri, Dibbuks, Fandogamia, Panini, Diábolo…) los que han dado una segunda vida a sus secciones con recopilaciones de autores como Paco Alcázar, Fontdevila, Monteys, Pedro Vera, Mauro Entrialgo y muchos otros.

Han pasado 10 años desde aquel secuestro que dejó en evidencia que todos no somos iguales ante la ley y que los límites del humor los marca el poder. En este tiempo también El Jueves y el cómic español han cambiado por completo. Y también, a saber por qué, ha cambiado el visión que la sociedad española tiene de la monarquía.


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